Las imágenes del ‘niño de la playa’ han sacudido las conciencias del mundo entero.
La crisis migratoria requiere decisiones firmes, valientes y generosas asumiendo que la Tierra es la casa de todos y que los Estados pueden y deben defender sus fronteras.
Más allá de las urgencias humanitarias, el problema obedece al enquistamiento del conflicto bélico en Siria ante la pasividad de la comunidad internacional.
Por otra parte, los vecinos países del golfo Pérsico como Arabia Saudí no han ofrecido ningún gesto de solidaridad o acogida.
Mientras, los países europeos mantienen una actitud hipócrita: hablan de solidaridad hasta que llega la hora de asumir el coste humano, logístico y presupuestario de la acogida.
La solución pasa por la intervención armada para pacificar el conflicto y la creación de estructuras institucionales, políticas, económicas y de seguridad que permitan el progreso y desincentiven las avalanchas
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