Un bebé contra David
La izquierda europea quiere este cadáver como carroña, para mordisquearlo y continuar engordando de hipocresía
por: Salvador Sostres
La comedia que ha hecho la Europa biempensante con el bebé palestino asesinado ha sido una demostración más de su desprecio hacia el pueblo judío. Parece como si lo hubieran estado esperando para poder dar rienda suelta a su linchamiento. No es que Europa necesite una excusa para linchar a Israel, ni para encender hornos, ni para mirar hacia otra parte cuando se están cometiendo las peores atrocidades. Hay una degradación europea que se concreta en el odio a Israel, una indigencia intelectual que desciende a los bajos fondos del peor fanatismo cuando criminalizamos a los que con su coraje y con su muerte sostienen nuestro modo de vida libre contra los que querrían condenarnos a su tenebrosa oscuridad.
¿Qué le importa a la Europa buenista la vida o la muerte del bebé palestino? Nada. Soy padre y sé diferenciar a los farsantes. ¿Desde cuándo le ha importado a la izquierda un cadáver? La izquierda europea quiere este cadáver como carroña, para mordisquearlo y continuar engordando de hipocresía y de cinismo. ¿Qué otra cosa ha hecho la izquierda a lo largo de su deplorable existencia que no haya sido aprovecharse del sufrimiento ajeno? El asesinato, sin duda horrible, sin duda abyecto y condenable, ha sido una excepción en Israel, porque nosotros no hacemos estas cosas. La reacción de Netanyahu ha sido dura y rápida contra el crimen, y piadosa con la familia afectada, como corresponde a un gobierno de hombres libres.
Y a pesar de que monstruosidades como esta son perpetradas a centenares por unos islamistas a los que luego el izquierdismo europeo presenta como víctimas; a pesar de que las autoridades de los países islámicos no sólo no suelen condenar sus matanzas, sino que convierten a sus autores en ídolos; a pesar de que son los árabes los mayores asesinos de sus hijos, educándolos en el odio, en el delirio de la destrucción de Occidente, y utilizándolos como escudos humanos y como mártires; y a pesar de que Israel tiene que convivir con el terrorismo cotidiano de sus vecinos, a la vez que se esfuerza por proteger a la Civilización haciendo de dique de contención con la barbarie; a pesar de todo, todo ello, no perdemos ninguna ocasión de negarle al pueblo judío su derecho a defenderse, sin comprender que su guerra es nuestra guerra, y que si ellos caen, caeremos todos con ellos.
Y así, del modo más inconcebible, y más cruel, cualquiera de sus defectos, de sus desgracias, de sus locos inevitables y sin duda atribuibles a nada más que a la imperfección humana, son exagerados hasta la desfiguración, multiplicados hasta que parecen la mismísima legión del diablo, cuando en realidad se ha tratado de un caso aislado. Son unas enmiendas a la totalidad de tal desproporción e injusticia, que van tan al corazón de la esencia de lo que Israel es y representa, que sólo pueden entenderse como el rastro del viejo fantasma antisemita que lleva siglos recorriendo Europa.
Con qué impunidad la debilidad mental de la izquierda buenista compara Auschwitz con Gaza; con qué facilidad olvidamos cuál es la divisa de nuestra supervivencia. Somos deudores de la luz que nos ha traído hasta aquí. Solos no podremos sobrevivir en este mundo bellísimo y terrible. Vivimos tan bien, estamos tan atrofiados de excedente, que nos hemos vuelto incapaces de detectar el evidente peligro que nos acecha. Hemos llegado a creer, en nuestra arrogante suficiencia, que el mal no existe y que el bien es un traje a medida. Nos hemos derrumbado –y no nos damos cuenta– renunciando a las categorías fuertes.
Todos somos David y la libertad es un deber.
Fuente: Por Israel
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